Diferencia entre revisiones de «Términos teóricos»

De Filosofia de las Ciencias
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En conclusión, la “teoricidad” o “no-teoricidad” de un término, es relativo a una teoría, depende del contexto teórico en que el término se enmarque y no de otra cosa.  
En conclusión, la “teoricidad” o “no-teoricidad” de un término, es relativo a una teoría, depende del contexto teórico en que el término se enmarque y no de otra cosa.  


El mismo análisis que aquí hicimos sobre los términos se puede hacer con las otras teorías: la cosmología antigua, la generación espontánea, etcétera.
El mismo análisis que aquí hicimos sobre los términos se puede hacer con las otras teorías: [[Geocentrismo|la cosmología antigua]], la generación espontánea, etcétera.

Revisión del 21:55 26 oct 2014

Sobre la teoricidad y la no teoricidad de los términos de las teorías

Mucho se ha dicho en la filosofía de la ciencia acerca de la dicotomía entre los términos “teóricos” y “observacionales”, característicos del lenguaje de las teorías científicas. Las discusiones que se han dado al respecto, generadoras de distintas perspectivas, han sido ya ampliamente representadas en la bibliografía específica del área. Pero para entender cuál es la discusión que se suscita y cuáles son las distintas alternativas, se presentará de manera sucinta tal discusión, hasta llegar a una de las posiciones actualmente adoptada por algunos filósofos de la ciencia que parece dar respuesta a cómo encarar los términos de las teorías, la propuesta dada por la Concepción estructuralista de las teorías científicas, si bien, no es la única alternativa.

Antecedentes

Para empezar a desarrollar el problema de los términos o conceptos de las teorías científicas es necesario tomar como punto de partida la distinción que hace Rudolf Carnap (1956), uno de los principales filósofos del Círculo de Viena o de la concepción clásica o heredada, acerca de los términos “teóricos” y los términos “observacionales” o “no-teóricos”. Según Carnap, en la ciencia se puede distinguir dos tipos de lenguajes: un lenguaje observacional (Lo), caracterizado por un vocabulario observacional (Vo) y un lenguaje teórico (Lt) caracterizado por un vocabulario teórico (Vt). Los términos o conceptos de Vo son los que designan propiedades observables de eventos o cosas, como “azul”, “caliente” y “grande”, o relaciones observables entre las cosas, como “x es más caliente que y”. Es decir, en todo los casos refieren a objetos del mundo físico o de aquel mundo que percibimos como tangible o medible. Mientras que los términos o conceptos del vocabulario Vt están conformados por “términos teóricos”, es decir por cosas o eventos no observables, no tangibles ni medibles. Términos que aluden a cuestiones que no sabemos si efectivamente existen en el mundo que percibimos, como “fuerza”, “epiciclo”, “éter”, etc.

La dicotomía "teórico/no teórico" hoy

Bajo esta clasificación es posible confeccionar una lista general de aquellos términos que caerían dentro de los términos llamados teóricos: “masa”, “átomo”, “molécula”, “campo magnético” etc. y aquellos observacionales: “madera”, “flota”, “agua”, “núcleo celular”, etc. Ahora bien, aunque nos damos cuenta de que el término “átomo” se refiere a algo que no percibimos como cosa del mundo físico y por tanto no tendríamos problema en aceptar que se lo clasifique como un término distinto a “agua”, que sí refiere a algo que percibimos, nuestra intuición nos dice que no parecen ser conceptos del mismo tipo el de “madera” y el “núcleo celular” o simplemente, el de “célula”. Así una de las líneas de crítica que se le ha hecho a esta dicotomía “teórico-observacional” surge al preguntarnos ¿qué se entiende por “observable”? ¿cuál es la línea divisoria entre lo “observable” y lo no “observable”? ¿Qué es lo que los científicos entienden por “observable”? Encontramos distintos sentidos de “observar”, en primer lugar aquel que involucra la atención visual sobre algo, por ejemplo, cuando observar X es precisamente observar aquellos rasgos o aspectos de X. También diremos, en segundo lugar, que observar no implica reconocer, pues es posible observar X y no tener idea de lo que es X y, en tercer lugar, también se puede dar otra situación posible cuando uno puede observar X no directamente, si no cuando se esta prestando atención a la imagen de X que produce una lente o algún otro instrumento. Distinguiremos esta última situación de las otras dos anteriores aceptando que hay términos observacionales “con carga teórica”. La carga teórica proviene de la teoría, simple o compleja, que permitió confeccionar el instrumento con que percibimos X. Entonces diremos que el término observable “madera” nos resulta intuitivamente distinto al término “célula” por que “célula” es un término observacional con carga teórica. Recordemos que aquí la “carga” proviene de la teoría con la cual se confeccionó el microscopio. A demás haremos extensivo el uso de los términos observacionales (tengan o no carga teórica) a aquellas cosas o relaciones que percibimos con al menos alguno de los sentidos y no sólo mediante la vista.

Un caso de aplicación ( Teoría de Mendel )

Ahora bien, para entender mejor cómo funciona esta clasificación la aplicaremos a los conceptos de una teoría científica, por ejemplo a la teoría de Mendel.

Pero ¿Qué pasa cuándo avanza la ciencia y se desarrolla la tecnología? Lo que antes no se percibía ahora se puede percibir…

En esta teoría aparecen términos como: “forma de la semilla”, “color de la semilla”, “forma de la vaina”, “color de la vaina”, “color de la flor”, “posición de la flor”, “tamaño del tallo”, “plantas parentales”, “plantas hijas”, “plantas de la primera generación”, “de la segunda generación”, “rasgos”, etc. Todos estos términos podríamos clasificarlos sin conflicto como términos observacionales, pues no hace falta ningún instrumental para distinguir estos objetos o características de los mismos como parte del mundo físico. Otros términos que se mencionan en la teoría son los de “polen” y “gametos femeninos”, en este caso no habría conflicto en clasificarlos como términos observacionales pero en este caso, con carga teórica, pues seguramente Mendel se valió de al menos una lupa para distinguirlos. Y finalmente nos queda por clasificar el término “elementos celulares”, que lo clasificamos como… como… ¿cómo lo clasificamos? ¿Mendel podía percibir los “elementos celulares” con algún artefacto en sus plantas? Para Mendel estos “elementos celulares” nada tenían que ver con lo que hoy conocemos como “factores” o “genes”, eran más bien algo que deberían tener los organismos en sus células pero que ni si quiera sabía si eran partículas o fluidos, algo parecido a pintura o emulsiones que en la fecundación se mezclaban. Es decir no había forma alguna (ni con ningún instrumental) de distinguir la existencia de dichos “elementos”. Por lo que podríamos clasificar el término “elementos celulares” como teórico. Hasta aquí parece que la cosa funciona bien, pero hoy entendemos estos “elementos” como “genes”, y la pregunta es ¿los percibimos, los caracterizamos o tenemos conocimiento físico de ellos? Actualmente llamamos “gen” a una porción de ADN que codifica una proteína, esa porción de ADN es parte del ADN que constituye, simplificándolo al extremo, un cromosoma. Hoy día no sólo es posible “ver” los cromosomas en el núcleo de una célula con un microscopio, si no que, con los microscopios electrónicos, podemos “ver” las fibras de ADN. Como también podemos operar con algunas técnicas sobre estas porciones genómicas de ADN para obtener células con ciertas características, incluso obtener organismos modificados genéticamente. Entonces, según la clasificación que adoptamos el término “gen” debería ser un término observacional con carga teórica. ¡Tenemos aquí un nuevo problema que enfrenta el sistema de clasificación propuesto por la concepción heredada! Una solución posible podría darse asumiendo que “elementos celulares” es un término teórico en la teoría propuesta por Mendel en el siglo XIX, pero que el término “gen” es un término observacional con carga teórica en la teoría genética moderna del siglo XX y XXI. Sin embargo cuando Thomas Morgan, el llamado padre de la genética moderna, por 1930 propone el concepto de “gen” como parte de (o situado en) un cromosoma, la propuesta era sólo una hipótesis. Más aún los “mapas genéticos” eran una representación abstracta sin presunción alguna de que representaran los hechos reales. Por lo tanto, cuando se propuso que había “genes” y que estos se heredan, en la genética moderna, esas entidades aún no podían vincularse con los cromosomas y se hizo en un tiempo en que todavía no se había desarrollado la microscopía electrónica. En consecuencia, mirado históricamente en la teoría genética moderna el termino “gen” es un término teórico.

El límite dinámico entre lo teórico y lo observacional

¡Nuestro problema se trasformó en que un término teórico cambia a un término observacional cuando se desarrolla nueva la tecnología! Pero ¿es posible que un mismo término cambie de “etiqueta” según el contexto histórico en que se esté evaluando? Si nuestro sistema clasificatorio así lo permitiera sería un sistema muy poco útil pues estaría bien decir que el termino “gen” es teórico y también que es observacional con carga teórica que es lo mismo que decir que es no-teórico. ¡Realmente esto se torna muy confuso y complicado! Según lo hasta aquí analizado ¿cuál sería una propuesta que escape del problema formulado? Lo que habría que pedirle a un sistema de clasificación es que una vez asignada una “etiqueta” a un término, ésta no cambie con el tiempo. Para lo cual se debería despegar la noción de “teórico” de la de “no observable” y la de “no-teórico” de la idea de “se observa”. A partir de 1980 en el marco de una relativamente nueva concepción en filosofía, la Estructuralista de las teorías científicas, y haciendo eco a las alternativas esbozadas por los distintos filósofos disconformes con la dicotomía “heredada” se propone lo siguiente: un termino es “teórico” para una teoría si y sólo si su determinación siempre depende de las leyes de la teoría en el que el término se formuló. Es decir, que si el término se propone por primera vez en esa teoría entonces el término es teórico para esa teoría. De esta forma se corre de la problemática de qué es “observacional. Pero si todos los términos de una teoría fueran teóricos, las teorías serían autojustificativas, o dicho de otra forma, no se podrían poner a prueba y no serían útiles para dar cuenta de lo que ocurre en el mundo físico. Debe haber también términos “no teóricos”, aquellos que permitan someter la teoría a una prueba independiente de ella. Estos términos “no-teóricos” proporcionarían los “datos empíricos” o “datos de contrastación”. Es decir, los términos no-teóricos de una teoría serán aquellos que no se proponen en la teoría, aquellos que ya se tienen con anterioridad a ella.

En nuestro ejemplo son términos no-teóricos: “forma de la semilla”, “color de la semilla”, “forma de la vaina”, “color de la flor”, “posición de la flor”, “tamaño del tallo”, “plantas parentales”, “plantas hijas”, “plantas de la primera generación”, “de la segunda generación”, “rasgos” etc., pues no es necesario saber genética (moderna o mendeliana) para entender estos términos. Mientras que para entender qué es un “gen” necesitamos la genética moderna y para entender “elementos celulares” necesitamos la teoría de Mendel.


De esta manera se escapa del problema antes formulado, pues ya no importa que el término “gen” sea o no observable, y cuál es su grado de observabilidad en algún momento histórico, pues siempre que se analice en el contexto de la teoría de la genética será “etiquetado” como “teórico” y los términos “no-teóricos” lo seguirán siendo aunque podrán ser “teóricos” para otra teoría, aquella en que se propusieron por vez primera.

En conclusión, la “teoricidad” o “no-teoricidad” de un término, es relativo a una teoría, depende del contexto teórico en que el término se enmarque y no de otra cosa.

El mismo análisis que aquí hicimos sobre los términos se puede hacer con las otras teorías: la cosmología antigua, la generación espontánea, etcétera.