Gulliver y el trabajo científico

De Filosofia de las Ciencias
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Gulliver y el trabajo científico

El texto completo de la novela Los viajes de Gulliver[1] del irlandés Jonathan Swift (1667-1745) es de dominio público y puede hallarse en la Internet en múltiples sitios que permiten descargarlo para leerlo completo.

En su tercer viaje, el Dr. Gulliver visita Laputa, Balnibarbi, Luggnagg, Glubbdubdrib y el Japón.

Un pasaje de su travesía resulta particularmente interesante para referir en clase, ya que permite introducir algunas preguntas vinculadas con la ciencia y, en particular, con tópicos de física contenidos en los NAP de este ciclo, además de brindar una excelente oportunidad para analizar la sátira del autor a las sociedades científicas de su época (inicios del siglo XVIII). A continuación reseñamos el pasaje identificado de interés:


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"Lemuel Gulliver fue el primer oficial médico del barco “Hope Well”, a cargo del capitán William Robinson. Partió de Inglaterra rumbo a las Indias Orientales, en busca de mercancías. Según las crónicas, partieron el 5 de agosto de 1706. Luego de unos días de navegación, los sorprendió una furiosa tempestad que les obligó a cambiar de rumbo. En aguas no previstas, fueron atacados por piratas que hablaban japonés. Luego que el barco fuera asaltado, Gulliver fue abandonado en el mar en una canoa, con provisiones para cuatro días. Entonces se hallaba a 46º Norte de latitud y 183º de longitud.

Afortunadamente, Gulliver halló pronto una serie de islas y en una de ellas, descendió. Allí se encontró con muchas personas que abordaban una enorme isla flotante, elevada por medio magnéticos sobre la playa donde había desembarcado, la que luego reconocería con el nombre de “Laputa”. Fue convidado a subir a la isla voladora y, ya en el aire, el mismo rey de aquel pueblo recibió y acogió a Gulliver en su palacio. Así, Gulliver viajó junto con aquel pueblo sobre un territorio en tierra firme al que llamaban Balnibarbi. Por su carácter de extranjero y, en particular, por ser médico, Gulliver despertó la curiosidad de los habitantes y de la corte, algo que habilitó que sus huéspedes le mostraran el reino y, en particular, que le llevarán a Lagado, capital de Laputa, ubicada en territorio balnibarbiano. Durante el traslado hasta Lagado, Gulliver atravesó una encantadora campaña salpicada de varios poblados a cada lado del camino. Fue entonces cuando se enteró que los lugareños, habían subido a Laputa cuarenta años atrás para resolver negocios o simplemente por diversión y que, luego de algunos meses allí, volvieron a sus casas “con la cabeza llena de volátiles visiones” apropiadas en la gran ciudad de la isla flotante. Aquellas personas fueron tan influenciadas que, al regresar a sus comunidades, miraron con disgusto todo su entorno y decidieron dar un nuevo rumbo a las artes, ciencias, idiomas y oficios. Con ese objetivo, consiguieron un permiso real para erigir “Academias” en cada ciudad, donde excelsos profesores realizarían investigaciones de todo tipo, para mejorar la calidad de vida de la población: nuevos métodos y reglas de agricultura, nuevos instrumentos y herramientas para todos los trabajos y manufacturas, etc. El único inconveniente – se percató Gulliver – era que ninguno de esos proyectos se había llevado adelante a la perfección y, por lo tanto, nada de su cotidianidad pudo ser mejorada. Lo sorprendente es que esa situación, en lugar de desalentar a los pobladores, los llevaba a persistir y empeñarse con más vehemencia en sus proyectos, empujados tanto por la esperanza como por la desesperación. Envuelto en una gran curiosidad científica, al entrar en uno de los pueblos, Gulliver consiguió que lo convidaran a visitar su Academia. Así, llegó a una formada por una serie de casas a ambos lados de una misma calle y, en cada, una de ellas, varias habitaciones en donde trabajaban diferentes grupos de investigadores. Luego de la visita, Gulliver reseñó quinientos cuartos en aquella Academia. Antes de entrar, su guía entregó a Gulliver algo de dinero, en función de la práctica que tenían los investigadores académicos en pedir dinero a todo quien fuese a visitarlos. Entre otros proyectos de investigación que reseña Gulliver en sus crónicas, destacamos el de un hombre de aspecto consumido, a quien describió con manos y cara renegridas, la barba y el pelo largos, desgarrado y chamuscado en varias partes de su cuerpo. Su traje, camisa y piel, todo parecía del mismo color. Aquel investigador llevaba ocho años en la Academia estudiando un método para extraer rayos de sol de los pepinos, los que debían ser metidos en frascos herméticamente cerrados y sellados, para sacarlos a caldear el aire en los inviernos crudos e inclementes. Luego de explicarle su procedimiento, el científico le dijo a Gulliver que no tenía duda de que en ocho años más podría surtir los jardines reales de rayos de sol a precio módico. También se lamentó del escaso almacén que tenía y fue entonces cuando el sabio aprovechó para pedirle a Gulliver una contribución, en calidad de estímulo a su ingenio."


[1] El título original es “Travels into Several Remote Nations of the World, in Four Parts. By Lemuel Gulliver, First a Surgeon, and then a Captain of Several Ships”.