Efecto de paralaje
El efecto de paralaje se obtiene cuando se observa un mismo objeto desde diferentes puntos de observación. Por ejemplo, si estamos remando contra la corriente en un río, observaremos la costa para ver si avanzamos. El modo de decidir si hemos avanzado o no consistirá en mirar un mismo objeto, un pino, por ejemplo, en diferentes momentos y decidir si se ve con el mismo ángulo o si ha variado. En caso de que lo sigamos viendo en la misma dirección que hace media hora, nuestra conclusión es que hemos remado media hora sin avanzar. Si, en cambio, vemos que el pino está ubicado en una dirección más alejada de la dirección en la que remamos (tomando el origen del ángulo en la dirección en la que está la proa), entonces concluiremos que estamos avanzando. Nuestra propia posición se puede inferir a partir de la posición de los objetos fijos. Nuestro movimiento se puede inferir a partir del modo en que se modifican las direcciones de observación. En esto consiste el ángulo de paralaje.
No obstante lo simple del método, como toda medición está supeditada a la precisión de los instrumentos utilizados. Si a bordo de una canoa queremos determinar si avanzamos o no, podríamos elegir hacer sucesivas observaciones de un pino en la costa del río, pero si el río es muy ancho y el pino resulta estar muy lejos, es muy probable que no podamos decidir sobre nuestro movimiento porque no se aprecia una diferencia sustancial en las direcciones de observación. Con esta limitación, el problema de determinar si nos movemos o no depende fuertemente de las distancias involucradas y del grado de precisión con el que se mida el ángulo.
Para la época de Copérnico, el grado de precisión no alcanzaba a medir el ángulo de paralaje tomando mediciones de una misma estrella desde diferentes posiciones de la Tierra en su órbita. Si la Tierra se movía, para poder observar una misma estrella en dos épocas diferentes del año (enero y julio, por ejemplo) deberíamos apuntar nuestros instrumentos en direcciones diferentes. Esto no ocurría. Colocando los instrumentos en la misma dirección que hace seis meses, se observaba la misma estrella que en aquella oportunidad.
A pesar de que Copérnico estaba convencido de que la Tierra se movía alrededor del Sol, no tenía el respaldo de que la dirección de observación de cada estrella cambiara a lo largo del año. Más tarde pudo determinarse que el ángulo de paralaje no era cero, pero su valor es muy pequeño para la sensibilidad y precisión de las mediciones de la época de Copérnico debido a que las estrellas están muy lejos.