Cómo y cuándo comenzó la ciencia

De Filosofia de las Ciencias
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¿Cómo y cuándo comenzó la ciencia?

La pregunta es más interesante de lo que parece a simple vista, sobre todo porque la respuesta no es: en el siglo XVII (ni: a las 9 de la mañana del 20 de marzo de 1680 cuando a Newton se le cayó una manzana en la cabeza). El problema es que la pregunta acerca de cuándo comenzó algo está muy ligada a la de qué es ese algo, y entonces hay que tratar las dos cuestiones a la vez. Lo que se ofrece a continuación es una serie de elementos para pensar cómo surgió la ciencia, tomando como base a la cosmología, que nos permite remontarnos lo suficientemente atrás en el tiempo para el tema que nos interesa. Cada uno puede hacer su recorrido propio a través de ellos, intentando encontrar alguna respuesta a la pregunta que nos guía en esta sección (aunque, como ya se sabe, cualquier medio que se usa para pensar: texto, imagen, video, es capaz también de generar otras preguntas).

Los invitamos, entonces, a seguir alguno de estos caminos:

A) [La curiosidad humana como motor del conocimiento]

B) EL TÉRMINO “CIENCIA” La ciencia griega surge alrededor del siglo VI AC, en un conjunto de ciudades jonias que, al estar estratégicamente situadas entre Grecia y Medio Oriente, tuvieron un desarrollo comercial y un intercambio cultural propicio al surgimiento de nuevas ideas. En la sección “De los mitos a las teorías científicas” veremos con algo más de detalle estas primeras teorías. Lo cierto es que existen diferentes formas de conocer algo: haberlo visto, haber oído hablar de ello, tener una opinión, saber por qué es de ese modo (y otras que dejamos que aporte el lector), y en el momento de nuestra historia en que está surgiendo un nuevo modo de conocer, el científico, surge también un nuevo vocabulario para expresarlo y diferenciarlo. A nivel etimológico, término español “ciencia” viene del latín “scientia”, pero el origen de la distinción entre la ciencia y otros saberes viene del griego. En esa lengua el término para ciencia es “epistéme” , el cual designaba, originalmente, saberes prácticos, es decir, saber hacer cosas y también enterarse de algo por haberlo percibido. Pero lo cierto es que cuando se comenzaron a desarrollar teorías explicativas acerca del cosmos, independientemente de los relatos míticos, comenzó a tener importancia la argumentación que se podía ofrecer para fundamentar las afirmaciones; argumentación que ya no recurre a un relato, como en los mitos, sino a un encadenamiento de afirmaciones basadas en observaciones directas o algunas creencias del sentido común. ¿Qué es, entonces, lo que define al término griego “epistéme”?: el ofrecer razones fundadas de sus afirmaciones, razones que están encadenadas con otras afirmaciones que, conjuntamente, ofrecen un esqueleto explicativo del orden del cosmos (o, al menos, de alguna parte de él). Un rasgo fundamental de la epistéme griega, que Platón y Aristóteles, cuatro siglos antes de Cristo se encargaron de señalar, es que, a diferencia de los mitos, la ciencia no se aprende repitiendo, es decir, contando la misma historia. Para ellos, la ciencia hay que entenderla y requiere experiencia y capacidad de aplicar los conocimientos a casos desconocidos. Dejamos al lector la tarea de pensar si estos criterios se pueden seguir aplicando hoy en día.

C) DE LOS MITOS A LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS Cosmogonía o cosmología